CONSTRUCCION DE LA CIUDADANIA, RAZON DE SER DE LA DEMOCRACIA

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Horas recientes en la historia cotidiana están abogando por la democracia. Las rebeliones en el norte de África claman por el fin de dictaduras políticas. Evidencian un afán: devolver al pueblo el origen y la organización de la autoridad y de la vida nacional.

Un pueblo subyugado ante la dictadura es un pueblo que duerme con el brebaje de la cicuta. Es un pueblo al borde de su autonegación. La fiereza del dictador así lo sueña.

La democracia se apoya en sólido fundamento antropológico: la sociabilidad del hombre. La sociedad es el medio "natural" de vida para el ser humano.

Miradas las características de su existencia es viable sostener que él sólo es autosuficiente en la organización de la ciudad, en la producción de los necesarios bienes materiales y en el acceso a los aspectos intelectuales y culturales cuando los espacios que le circundan actúan como exquisita paleta de colores que le brinda matices amables para esparcir sus innatas riquezas.

De igual modo: las tendencias que seducen el amor, la amistad y la convivencia pertenecen a la relación hombre-sociedad. No tiene sentido colegir que el medio social sea extraño a la persona. La democracia vislumbra su amanecer: el ciudadano le entrega al líder la función de constituir la vida ciudadana haciéndola apropiada para el despliegue de los tópicos antes enunciados.

Tarea primaria del que ha recibido el poder es la de propiciar en la sociedad las adecuadas formas de participación y de organización democrática. Se sabrá entonces llamado a percibir las necesidades personales y sociales de quienes forman el pueblo -pobreza, exclusión, desigualdad como las más críticas en nuestro medio- para colocar las huellas mediante las cuales se pueden cumplir las pertinentes obras de desarrollo, ya de las personas ya de las organizaciones sociales gestoras del bien común. ¡Noble misión!

La democracia requiere que sus líderes compartan con las comunidades los proyectos legislativos de los Estados y que ejerciten programas pedagógicos encaminados a su conocimiento, a su estudio y a su aplicación.

La organización que ella genera se explicita en los sectores múltiples de la existencia: educación y sociabilidad, recreación y cultura, vida política y derecho a la expresión popular, creación de formas participativas y sentido de afinidad con el ámbito inmediato de la vida.

Así entendida y practicada la democracia será algo diverso a un asistencialismo estatal. Éste, mitiga la situación, manteniéndola; aquella, sana la realidad, transformándola.

Los ciudadanos han dado su apoyo al día de la democracia. No lo hacen como entes pasivos. Involucran allí la dinámica de sus existencias.

Le colocan a su alcance la participación efectiva y precisa en el vigor de las comunidades y en la persistencia necesaria para la obtención de sus logros. No son mendigos esparcidos al borde del camino a la espera de la limosna estatal; son los sujetos que se manifiestan, que aportan, que crean, que construyen. Esta forma de acción les indicará que han obtenido madurez democrática.

La democracia es entonces el desarrollo en las comunidades de sus propios procesos. La consolidación de estos le serán los signos de su autenticidad. Al concebírsela de ese modo, se la hace trascender, en mucho, el clásico y exclusivo gesto electoral acontecido en la jornada comicial como si este agotara su concepto y su vivencia.

En atadura de intimidad anhelan copular la justicia y la democracia. ¡Audaz coqueteo!

Si quien conduce el presupuesto financiero de la democracia, el Estado, lo dilapida en lo ilegal -contratos ficticios, primas...- o en lo inútil y superfluo -burocracia- adulterará a escondidas de la justicia. La inversión en necesidades básicas para las vidas de las comunidades, como gestión presupuestal, les será el lecho de la intimidad, el signo de la concordancia.

Entones: La verdad de la dignidad humana en la ciudad simbolizará la fecundidad de aquella cópula.